lunes, 20 de julio de 2015

Los Jóvenes Hoy: Un Mundo en Línea. Parte 1


Tengo cuarenta y tantos años, y esta semana me he dado cuenta que mi generación posiblemente fuese la última en salir a la calle a jugar, sin más. Crecí en España, saltando a la comba, jugando al escondite inglés, a la rayuela, al escondite y al rescate. Patinábamos, y con cuatro pedrolos grandotes y una bola se tenía un campo de fútbol; y cuando no había piedras ¡las mochilas servían! Los veranos los pasaba el día entero en la piscina, y al anochecer nos íbamos a casa a cenar, no sin haber quedado antes para ir después al cine de verano. No teníamos amiguitos que venían a casa en citas para jugar como hoy en día, porque se jugaba fuera. En casa se hacían los deberes; esos deberes que se escribían a mano con papel y boli o lápiz si eran mates, con el borrador. Y consultaba la enciclopedia para escribir los trabajos, aquella enciclopedia orgullo de la casa, la colección de tomos enormes que contenían todo el conocimiento que podía necesitar para escribir trabajos. Y yo tenía más suerte aún, ya que teníamos no una sino dos enciclopedias, le Espasa de siempre y un tomo con la historia del mundo en ocho tomos que llegaba hasta los años 60.
La convención del MMO más famoso
del planeta: World of Warcraft

Mi hija no tendrá nada así. Irá al parque de vez en cuando con nosotros, pero según vaya creciendo y vaya al colegio, el tiempo que pase en la calle será en realidad en el colegio –porque aquí en Finlandia tienen la increíble práctica de que por cada cincuenta minutos que los críos están en clase, pasarán los diez restantes de la hora en el patio, haga el tiempo que haga, ya que hay muy buena ropa para estar fuera cuando hace frío; creen en el aire fresco, y está probado que incrementa notablemente el rendimiento escolar-. Para hacer sus deberes, y sus trabajos usará el ordenador o su tableta y es posible que hasta presente los deberes en línea y no en papel. Sus recursos para obtener información estarán en línea. Y hablará con sus amiguitos por su móvil u ordenador, a través de las redes sociales.



Está claro que ha nacido inmersa en un mundo electrónico, del cual ya no es ni la primera generación, ya que hay millones de adolescentes surfeando y hackeando y jugando MMOs y troleando como pros. Para ellos los programas y las apps son algo que aprenderán junto a las matemáticas, ciencia y gramática. Y escribirán fatal a mano, ya que ¿quién escribe a mano ya hoy en día?

Muchos de mis lectores podéis fácilmente ir haciendo una lista mental de todas las cosas malas que provienen de este mundo en línea, así que no las voy a recalcar. Pero sí que voy a mencionar lo que los investigadores están descubriendo de los múltiples beneficios de crecer en línea.

Comunicación: hace años cuando surgieron los chats, todo el mundo hablaba de cómo la gente solo se iba a quedar en casa, hablando por chats pero completamente aislada del mundo. Y nos quedamos con ese estigma malo. La realidad es completamente opuesta. Al estar en línea nuestros adolescentes están siempre en contacto, tanto con sus amigos como con la familia; familiares al otro lado del planeta ahora están ahí, para verles y hablar con ellos, al apretar el botón de llamada de uno de la docena de programas gratuitos para hacer video-llamadas.


Uno de los beneficios del mundo
en línea
Redes sociales: al vivir en línea nuestros hijos viven expuestos al mundo; que sí, que esto puede ser negativo, pero que quede claro, que hay un mundo entero a su disposición. Son parte de algo enorme. Una red global de comunidades para juegos, aficiones (hobbies), idiomas, grupos étnicos, compras, lectura, e incluso las enfermedades crónicas tienen su nicho. Un/a joven con una enfermedad crónica puede, hoy en día, obtener información muy avanzada sobre su enfermedad, y unirse a redes de gente que tienen la misma enfermedad, y así hablar con gente que vive y ha vivido lo mismo que él o ella, gente que le va a dar su apoyo y a quien puede dar el suyo.

Esas mismas redes sociales ponen a nuestros hijos en contacto con el mundo en el que viven: aprenden sobre el cambio climático, de política, economía, cooperación, y buenas causas; pueden ayudar en una comunidad y encontrar cosas con las que quieren ayudar porque para ellos tiene sentido. Se convierten en ciudadanos activos a una edad mucho más temprana.

Amistades: cuando el mundo está a tu disposición a través de una pantalla táctil, no hay límite en lo que a amistades se refiere. Yo he hecho amistades en línea, amigos que incluso no conozco en persona, con los que sigo siendo amiga veinte años después, hablando por chat, email, o en vídeo-llamada. Y de hecho tengo más contacto con algunos de mis amigos virtuales que con amigos que conocí en esa misma época. Las amistades –y el romance- en línea son partes íntegras de nuestra vida de hoy.

Personalmente me en canta estar en línea y saber que mi hija va a crecer inmersa en esta sociedad. Pero de ella también hay que decir, usando esa frase tan célebre hoy en día, que la noche es oscura, y está llena de terrores; hay muchos terrores que son imposibles de distinguir a primera vista.
Hay nuevas redes sociales cada
día: para gustos, colores. 

En este mundo de redes sociales el hacer amigos significa a veces que nuestros hijos tienen que decidir en un instante si la persona “pidiendo amistad” en una red social se lleva un sí o un no, y hacer clic. Así que por ejemplo, una persona que tu hijo ha visto en un chat o un foro haciendo comentarios con los que está siempre de acuerdo, que le cae bien, con quien incluso han chateado alguna vez o le ha “gustado” en una red sus comentarios a veces o ha contestado su acuerdo… si esa persona le manda una petición de amistad en una red social, tu hijo no va a tener ningún reparo en presionar el botón de “aceptar”. Porque para tu hijo, después no hay ningún problema: si quiere borrar a esa persona de su lista de amigos, lo hace y ya está ¿no?

Un adulto nunca reaccionaría así. Yo, personalmente, creo que dejaría esa petición acumulando polvo un par de días mientras debato entre el sí y el no, y quizás hasta investigaría un poco las opiniones de esta persona en las redes que compartimos. O simplemente ignoraría la petición. Pero un crío no. Opera con otro manual de instrucciones. 


En el próximo artículo hablaré de cómo el desarrollo mental afecta la habilidad de los adolescentes de tomar decisiones, y los peligros asociados a esa habilidad.


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