viernes, 31 de julio de 2015

Los Jóvenes Hoy: Un Mundo en Línea. Parte 2




Antiguamente se decía que el cerebro humano dejaba de desarrollarse a una temprana edad. No es así. Nuestro cerebro, de hecho, sigue en desarrollo progresivo hasta bien pasada la veintena. Y para ser más concretos, se desarrolla de zona en zona, unas antes que otras. Una de las últimas zonas en el desarrollo cerebral es la corteza prefrontal, la cual controla el pensamiento lógico y el entendimiento de la correlación entre causa y efecto. Podemos decir que es el área que rige el sentido común. Por otro lado tenemos el sistema límbico, la región del cerebro dedicada al juicio emocional, al procesamiento de sensaciones y sentimientos, y a responder a ellos. Y esa zona del cerebro es una de las más tempranas en su desarrollo. Así que cuando el cerebro de un/una adolescente recibe una petición de respuesta rápida sobre algo que se puede describir como divertido, peligroso, genial, misterioso o espeluznante, esta zona es la responsable de que el/la adolescente en cuestión responda inmediatamente que sí. El decir no es algo que no entra en sus cálculos.


Hay que tener en cuenta que una de las características que casi todas las redes sociales comparten es la tendencia a tener una división muy blanco y negro en lo que se refiere a las amistades y conocidos en sus sistemas. Algunos permiten amigos, familia, y conocidos. Pero la amistad no funciona así, hay muchos grados de amistad y conocimiento de gente; ¿qué pasa entonces? Que cuando una persona joven tiene que decidir entre añadir y no añadir a alguien a uno de sus círculos, el espectro de respuestas es tan limitado que van a arriesgarse y decir que sí. Recordad que para ellos lo mejor es actuar ahora, y arreglarlo luego si hace falta.

Y casi siempre esto les va bien. Pueden borrar a alguien de su lista de amigos, bloquearles si no les caen bien, e incluso denunciarles en la red social si se ven acosados.

Pero hay veces que estos nuevos amigos tienen intenciones deshonestas, y saben la manera de infiltrarse en la vida de nuestros hijos poco a poco. Hablo de los depredadores sexuales, y las estadísticas sobre ellos asustan: uno/a de cada cinco adolescentes ha sido contactado/a por alguien que pedía mantener relaciones sexuales de algún tipo; y de estos, tan solo uno de cada cuatro informó a un adulto.

Debemos hacernos a la idea de que esto es algo que no va a desaparecer. Al contrario, los depredadores sexuales (los cuales, según informa otra estadística, prefieren a los menores de catorce años) aprenden de los errores de otros, de aquellos que han sido pillados, y desarrollan nuevas fórmulas para seguir obteniendo esos acercamientos indebidos. Usan lo que llaman técnicas de grooming (que significa entrenamiento), un acercamiento sistemático calculado a través de chats donde se van haciendo amigos de sus víctimas potenciales –manipulándoles- hasta que pasan a ser indispensables en las vidas de estos niños y adolescentes; a menudo les ponen en contra de sus propios padres, y siempre adoptan el punto de vista del menor para engraciarse. 


Su intención, con el paso del tiempo, es de guiar los chats hacia temas sexuales, con el propósito de obtener material pornográfico y/o quedar con la víctima para uno o varios encuentros sexuales. Una vez el menor ha sido victimizado, utilizan el chantaje emocional –la vergüenza- para conseguir su silencio. 

Es de lo más aterrador para los padres hoy en día.

Según las autoridades, hay medidas que podemos tomar para prevenir que nuestros hijos se vean expuestos a esos riesgos. Y a nosotros, como padres, nos toca el eterno dilema de manejar la tenue frontera entre la libertad que queremos otorgar a nuestros hijos, y la necesidad de protegerles. Por eso os pongo aquí el resumen de las mejores medidas que he visto. Atención, que no digo que debáis hacer todo esto; más bien, estas me han parecido opciones factibles:

1. Poner controles parentales que impidan que vuestro hijo o hija se suba nuevas apps de redes sociales sin que lo sepáis, y que solamente vosotros podáis cambiar las contraseñas.

2. Hacerse amigos de nuestros hijos en todas las redes sociales en las que estén inscritos.

3. De vez en cuando, hacer chequeos rutinarios de sus teléfonos y ordenadores. Cuando los hagáis, que estén ellos siempre presentes, y dadles unos 5 minutos de aviso para que guarden cualquier cosa que no quieran que veáis, lo cual les ayuda a ver que buscáis más protegerles que invadir su privacidad. Porque está claro, estamos invadiendo su privacidad, por mucho que sea por su propio bien.

4. Programas de control, conocidos como niñeras en línea. Son programas que permiten hacer un seguimiento a la actividad de vuestros hijos. No estoy de acuerdo con su uso, pero existen.

Cena con la familia y sin tecnologías
¿os acordáis de cómo eran?
5. Zonas de uso. Es una buena idea establecer zonas de uso de teléfonos, tabletas y ordenadores en casa, para todos los miembros de la familia. Los dormitorios, los baños y la mesa a la hora de las comidas deberían ser zonas restringidas; los ordenadores deberían usarse en espacios compartidos y, si deben usarse en los dormitorios, que sea con horarios de uso exclusivo y puertas abiertas.

6. Horarios de uso: es completamente razonable tener un horario de uso para los teléfonos, tabletas y ordenadores de nuestros hijos. Siguen fabricando despertadores por algo, que los usen. Podéis designar una zona de cargado de tecnología que sea restringida después de cierta hora; los aparatos se quedarán allí cargando hasta la mañana.

7. También podéis poner todas estas normas en un contrato o acuerdo escrito que podéis discutir con vuestros hijos por adelantado para llegar a un consenso. Debería ser revisable cada año, permitiéndose cambios al acuerdo durante las vacaciones y temporadas especiales.

8. Información: como padres, somos responsables de mantenernos al día en nuestro conocimiento de las tecnologías que nuestros hijos usan, así como de su lenguaje. Si no sabes lo que significa algo que dicen, búscalo en un diccionario urbano o en google.

9. Comunicación: es el aspecto más importante, hablar con nuestros hijos sobre los riesgos que existen en las redes sociales, explicándoles hay gente que aparenta ser joven y no lo es, y cuáles son las últimas tendencias en este comportamiento delictivo. Con esta información estarán más alertas cuando estén en las redes sociales, chats y foros.

10. Confianza. Tenemos que confiar en nuestros hijos, y encontrar el equilibrio entre lo que

calma nuestras preocupaciones y lo que mantiene su privacidad y libertad. Cuando obtenemos este equilibrio, hacemos que nuestros hijos tiendan a confiarnos sus problemas y a avisarnos cuando han cometido errores. Y debemos recordar que lo peor es recriminarles sin más, es mejor ayudarles de buena fe, tanto en solucionar el problema como en enseñarles a ver dónde cometieron el error en primer lugar; así aprenderán sin sentirse culpables ni pensar que nos han fallado, y seguirán hablando con nosotros sobre sus problemas en el futuro.

11. Tenemos que recordar que son niños, jóvenes. El mundo es completamente distinto al de nuestra infancia, pero ellos siguen teniendo esa curiosidad innata como la teníamos nosotros, lo cual hará que cometan errores igual que nosotros los cometimos en nuestro día; serán problemas de distinta índole, a los que nosotros no estamos acostumbrados. Debemos mantener la calma, usar el consejo y asesoramiento, en vez de dar órdenes y hacerles sentir peor de lo que ya se sienten.

Si buscáis más información sobre este tema no dudéis en contactarme por correo electrónico, y tampoco dudéis en añadir información pertinente en la sección de comentarios a continuación.

En el tercer y último artículo hablaré de otras tendencias adolescentes en línea: el acoso y el compartir información personal, y la tendencia del sexting.




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