sábado, 10 de junio de 2017

La ecomomía autónoma


Cuando tener empleo estable se ve difícil, hay mucha gente que opta por trabajar como
autónomo para obtener recursos de manera estable. Sin embargo, este tipo de empleo tiene un precio.

Estos últimos años todos hemos visto el surgir de dos ‘nuevos’ tipos de economía: la economía de contratistas -conocida en inglés como ‘gig economy’- y la de compartir. Hoy hablo de la primera.

La economía de autónomos: es fácil de ver lo que significa. Antes los que trabajaban este tipo de empleo temporal eran los jóvenes durante las vacaciones, cuando buscaban algo de dinero extra: limpiando piscinas, de camareros en las fiestas de navidad, trabajos de ‘catering’. Era el tipo de empleo para los que tenían tiempo libre y no buscaban trabajo estable.

Pero ya no es así. En los últimos 10 años la contratación indefinida donde el trabajador se ve forzado a servir de contratista independiente es un fenómeno alarmante. Las estadísticas recientes del Reino Unido indican que el 15% de todos los trabajadores en el país tienen contratos de cero horas: en EEUU el Departamento de Empleo no tiene las
herramientas que puedan captar el número de autónomos, pero hay estadísticas de grandes urbes que muestran que en estas ciudades, el número de contratistas en el sector de servicio de transporte (de personas y productos) se ha multiplicados por más de dos. Y hablan solo del transporte. Las cifras son muy chocantes. 

“Serás tu propio jefe”
A menudo este es el reclamo principal del empleo de autónomo; atrae a muchos a trabajar en sitios como Uber, que puedes elegir tus propias horas. Trabajas cuantas horas quieras, y te pagan por cada trabajo completado.

Lo que los anuncios no explican es que, por ejemplo, cuando Uber decide bajar sus tarifas, lo hace sin consultar a los conductores y éstos son los que sufren el recorte de ingresos. Tampoco explican que si no tienes una tarifa (un cliente), y tienes el motor andando, no estás cobrando nada y el combustible es por tu cuenta. Y si tienes que completar cierto número de tarifas al día, puedes tardar en hacerlo tres horas, o diez, dependiendo del lugar y la hora.

“Oportunidades de crecimiento”

Ese es otro supuesto atractivo de este tipo de empleo. Muchas ofertas mencionan la posibilidad de convertirte en empleado/a fijo, y las oportunidades de avance/ascenso a través de la capacitación interna durante el periodo de trabajo, lo que mejora las habilidades del contratista.

En el ámbito de las agencias temporales de empleo, esta es una práctica real. Pero no en el sector privado, donde los autónomos y empleados a cero horas son tratados de manera distinta y claramente desventajada: se demanda que aprendan trabajando, y los contratos nunca se materializan. Durante mi investigación para este artículo leí, por ejemplo, las penosas declaraciones de una enfermera con contrato de cero horas en el sistema de salud pública europeo.

Contratos de cero horas
En este tipo de contratación la empresa no garantiza que el contratista trabaje ni una sola hora por semana. Este tipo de contrato no tiene ningún beneficio: el empleado -autónomo- tiene que pagar sus propios impuestos, no tiene festivos pagados, ni días libres por enfermedad, y decididamente tampoco tiene vacaciones. Si no trabaja, no cobra.

¿Por qué acepta la gente a este tipo de contrato?
Porque la gente necesita algo de qué vivir. Si necesitan pagar por s vivienda y/o cuidar de
la familia, hay mucha gente que necesita este tipo de empleo y trabajará de contratista para seguir llevándolos adelante. Lo harán a coste de su salud, presente y futura, ya que trabajan sin vacaciones ni días libres, y las oportunidades de ahorrar para el futuro con trabajos de este tipo son casi nulas.

Lo peor es que, según van cambiando las prácticas de contratación, lo que consideramos el empleo normal va desapareciendo. Las pymes (pequeñas y medianas empresas) necesitan cumplir con sus clientes, y buscan alternativas para ahorrar y seguir a flote. Muchos recurren a los empleados temporales y con contratos de cero horas. El problema se multiplica cuando no son solo las empresas pequeñas y medianas que lo hacen por sobrevivir; es cuando las grandes empresas y las multinacionales lo convierten en parte de su modelo empresarial. Es la legalización del antiguo “dinero negro”, y viene a las expensas del empleado y del gobierno.

El gobierno
En muchos países -incluyendo los EEUU- las empresas tienen un impuesto por cada
empleado contratado que tienen, impuestos que se usan para proveer a la sociedad general de servicios básicos. Cuando estas empresas usan autónomos “independientes” para empleo de largo plazo, no pagan impuestos. Por eso, los últimos años hemos visto -a nivel local especialmente- el incremento de impuestos a personas, el recorte de presupuestos, así como la desaparición de servicios públicos que antes dábamos por asumidos. Lo mismo ocurre a nivel nacional, donde el impacto específico es difícil de señalar, pero solo hace falta mirar el número de crisis presupuestarias nacionales en el mundo entero para ver que el problema es global. Se puede discutir que a nivel nacional hay muchos factores que llevan al país a este tipo de crisis, pero según sube el número de contratistas, menores son los ingresos en las arcas procedentes de los que pueden pagarlos, las empresas.

Hace falta un cambio

Una fuerza laboral acostumbrada al patrón de empleo temporal de autónomos sin beneficios es un gran detrimento a la economía de un país. A largo plazo, cuando
envejezcan, necesitarán asistencia pública por la que no habrán podido pagar. Además, si llegan a la edad de jubilación sin ahorros ni pensiones, la pobreza aumentará de manera súbita y fuerte, lo cual pondrá una presión abrumadora sobre el sistema de beneficios sociales; aunque un gobierno no tenga obligación de pagar pensiones a los que no hayan contribuido, sí que tendrá que asumir el coste de cuidado de un número de gente sin ingresos que pasarán a depender del estado bajo otros programas de asistencia.

Las soluciones son limitadas. Lo mejor que pueden hacer los trabajadores contratistas es sindicarse. Es un proceso difícil, pero uno que ofrece la habilidad de negociar y beneficios de empleo para los trabajadores.

Por otro lado, los gobiernos pueden introducir provisiones de ingresos mínimos asegurados para todos los autónomos y temporales; sin embargo, una solución de este tipo sería en detrimento de las pymes, y llevaría a muchos trabajadores a la calle otra vez.

En última instancia, las soluciones son las de siempre, las obvias, las que los gobiernos no quieren implementar: las grandes empresas deben pagar más impuestos; y para eso, la práctica corporativa de depender de sus resultados trimestrales tiene que desaparecer. Tienen que dejar esa obsesión de solo tener que cumplir para con los accionistas, de exprimir cada dólar de cada resquicio posible, y empezar a pensar más en las vidas de sus empleados. Esta será la única solución de largo plazo para las empresas, la economía, y los trabajadores. Y para los que piensen que esto es imposible, pensad en el siglo pasado, ya que el modelo económico de contratistas ha estallado en los últimos 15 años. Antes las empresas cuidaban de sus ingresos Y de sus empleados. Es en el siglo XXI que solo cuidan de sus accionistas y de los bonos anuales de sus ejecutivos.


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